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El arte de equivocarse

Lluís Serra

Escribes en un papel. No te satisface el texto. Arrugas la hoja y la lanzas a la papelera, ese lugar donde desembocan muchos errores. En momentos de poca inspiración, la papelera cobra un protagonismo excesivo: los papeles arrugados se amontonan como pequeños fracasos visibles.

Esta experiencia tan cotidiana ha sido transformada en arte por Daniele Sigalot (Roma, 1976), en una obra titulada Master of Mistakes [Maestro de errores]. Se trata de una gran esfera compuesta por montones de papeles arrugados, expuesta en el aeropuerto de Fiumicino, en Roma. La pieza interpela desde su silencio metálico: ¿qué hacemos con nuestros errores?

Olvidarlos conduce a la pérdida del aprendizaje. Pensarlos, meditarlos, extraer de ellos algún sentido, puede abrir caminos de mejora. El crítico Luca Beatrice, en unas placas que acompañan la escultura, reflexiona: los errores suelen archivarse con rapidez, pero ¿estamos seguros de no haber desechado algo valioso? Algunas multinacionales —afirma— compran ideas descartadas, porque un error, a veces, no es más que una verdad adelantada a su tiempo. Aun así, los errores pesan. Pueden convertirse en piedras, en culpa, en remordimiento. Y su acumulación, aplastarnos.

Contemplar esta esfera de papeles arrugados me confronta con mi propia vida. ¿Cuántos errores he cometido? ¿Qué peso han tenido? Duelen porque hieren el ego, desmontan la autoimagen idealizada. Pero, si los miramos sin excusas, nos invitan a la humildad y a la compasión. También con los errores de los demás.

Los artistas, como Sigalot, sacuden conciencias. Su arte no distrae: ahonda, incomoda, despierta. Al ver Master of Mistakes, pienso en el trencadís de Antoni Gaudí. Cuando algo se rompe, solemos tirar los pedazos a la basura. ¡Cuántas veces lo habré hecho en mi vida! Pero Gaudí recogía los fragmentos rotos y creaba con ellos una obra nueva, única, llena de color. Lo peor no es cometer errores. Lo peor no es romperse. Lo peor es no intentar recomponerse. Siempre hay una oportunidad de aprender, de rehacerse, de convertir la vida en una pequeña obra de arte.

Rabindranath Tagore lo resumió con belleza: «Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas».

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