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Sirácida: “Estáis, pues, invitados a leer esto con benevolencia y atención”

22 de febrer 2016
El libro de Ben Sira, escrito en hebreo, se sitúa entre finales del siglo III aC y principios del siglo II aC. El año 132 aC, el nieto del autor encuentra un ejemplar del libro en Egipto calificándolo de “valiosa instruccion”, motivo por el cual lo traduce al griego; no pertenece al canon judío pero es citado en los escritos rabínicos. El libro trata variedad de temas enmarcados en el ámbito de la sabiduría como fruto de la experiencia y la reflexión de su autor con intencionalidad instructiva, dicho con pocas palabras. Dibujo un breve esbozo de dos escenarios que, a mi entender, encajan el uno con el otro y están presentes en el libro: el escenario de la educación, y el del perfil de tres agentes principales: quien educa, quien recibe la acción y el entorno.

Nos vamos a la Grecia de los siglos V-II aC, cuando la “curiosidad” y el “interrogarse” en relación a lo que nos rodea es condición de posibilidad, por ejemplo, para que surja la metodología racional y practica hipocrática: observación, análisis, conocimiento y acción consecuente (¿por qué pasa lo qué pasa?: la búsqueda de la causalidad). Con Grecia el lenguaje es un recurso racional, da forma a la realidad, la define y la relaciona. Ben Sira no esta lejos de este planteamiento: su lenguaje busca “vivir conforme a la Ley”. El prologo es toda una declaración de intenciones: el pueblo de Israel es depositario de un patrimonio inestimable (Ley, Profetas y Escritos), fuente de conocimiento con el que su abuelo “se propuso también él escribir algo en lo tocante a instrucción y sabiduría”. Invita a leerlo “con benevolencia y atención” pidiendo indulgencia por los posibles errores en la traducción “para uso de aquellos que, en el extranjero, quieren ser amigos del saber, y conformar sus costumbres a una vida de acuerdo con la Ley”. Ben Sira es un libro racional y practico: saber para saber qué hacer. No es trata de un conocimiento en seco sino integrado en el día a día: “el saber” ha de tener su consecuencia practica (qué hacer), y tanto el uno como el otro piden hacerse preguntas y buscar respuestas. Se trata de una pedagogía de vida que invita a observar y poner en práctica la Ley al estilo de la corriente sapiencial: reflexionar sobre la manera de utilizar este “saber” destinado a la felicidad de todos.

 

 

Vamos, brevemente, al segundo escenario. Los actores. A mi entender, quien educa (quien ejerce la acción de enseñar) tiene que vivir con ilusión y generosidad la compleja labor de descubrir al “otro” sus posibilidades y sus limites junto con las posibilidades que se le ofrecen, con actitud convencida sin olvidar los condicionamientos de todo tipo que modulan y restriñen tal estilo. Es decir, hay una fuente inagotable que va unida al saber y al hacer del que se habla en el parágrafo anterior. Si de esto se puede decir vocación, entonces, ese actor tiene que ser vocacional. Y ha de aprender a hacerse “escuchar” (nada que ver con “imponer”). Es decir, ha de ser una persona con autoridad: se ha de ganar el respeto y el aprecio por lo que es y por lo que hace como una especie de boomerang que reconociendo y respetando en el otro lo que es y lo que hace, se le retorna; así como saber leer no quiere decir saber unir las letras entre si sino captar el mensaje que contienen, saberlo interpretar y actualizar.

 

 

Siguiendo el hilo de lo dicho hasta el momento, en el caso de Ben Sira saber qué quiere decir vivir según “la Ley” no es poca cosa ya que pide implicar la propia vida en tal “saber”: se trata de una constante interrogación sobre el sentido y la practica que deriva del mismo, se trata de hacer “memoria” actuante de su lectura.  “Estáis, pues, invitados a leer esto con benevolencia y atención…”.