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Ezequiel, un profeta actual

20 de abril 2015
Ez 18: “...Por tanto, pueblo de Israel, yo juzgaré a cada uno seún su conducta..." (v 30)

El profetismo del siglo VIII tiene un fuerte acento social por el contraste entre riqueza y pobreza, entre clases sociales, entre perspectivas y oportunidades, juntamente con una crisis de valores y dificultades para reconocer puntos de referencia; Amós, Osees, Isaías, Miquees, se hacen eco. Ezequiel es un profeta más “actual”, es el profeta del exilio, el que da esperanza en tiempo de crisis política y espiritual sin ahorrar la denuncia de la violencia, la injusticia, la infidelidad... Tiene pasajes de gran belleza (por ejemplo, cap.37) y otros donde se apela a la responsabilidad personal (por ejemplo, cap.18)

 

 

La contextualización histórica de Ez 18 se enmarca en la global del libro: esperanza en el retorno del exilio como imagen histórica del retorno a Yahvé apelando a la responsabilidad personal y alejándose de la concepción del fatalismo de una herencia colectiva atenazante. El cap. 18 ofrece un marco social con unas condiciones socioeconómicas muy duras para la clase tradicional de Israel. Tal situación lleva a un sector amplio de la población a un empobrecimiento y dependencia creciente de las clases económicamente más fuertes, más o menos como ahora. Ez 18,20 insiste en la responsabilidad individual integrada en un contexto histórico de responsabilidad colectiva; la una no puede desvincularse de la otra: se religan mutuamente porque la individualidad se encaja en el grupo social ("El hijo no se cargará las culpas del padre, ni el padre las del hijo. El hombre justo recogerá los frutos de su bondad, y el injusto los de su maldad”.) El efecto de cualquier decisión tiene un radio de influencia más allá del personal, y al revés. El profeta denuncia la falta de justicia: el profeta denuncia que el pueblo, desde su individualidad (el rey, gobernante, el fiel...), no satisface las exigencias específicas de la relación comunitaria y sus normas que han de mostrarse por medio del ejercicio de la bondad y la misericordia (hesed): “¡convertiros y vivid!”, 18,32, exhortando el retorno al bien ignorado, ejerciendo la libertad de decisión. 

 

 

Existe una responsabilidad personal, y colectiva, en la construcción y la potencialización del bienestar: es la solidaridad en el bien. No hay excusa. Conocemos y tenemos las herramientas del bien, tenemos el deber humano, al menos utilicémoslas. El bienestar no es posible sin justicia, sin esta justicia profética que surge a raíz del mal vivir de las personas y grupos en situación de desvalidos o precariedad personal y social. Siendo, precisamente, el alejamiento de la bondad y de la misericordia la causa de la tensión (hoy tampoco está resuelta) entre el bienestar y la justicia. El uno no es posible sin la otra, y al revés tampoco. Como tampoco es posible una actitud no responsable con el bienestar ni con una teología que la ignore.