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Jóvenes movilizados en la calle

13 de enero 2020

Analizar la importancia del movimiento que los jóvenes están protagonizando en la calle los últimos años, nos plantea de entrada diversos problemas relacionados con algunos conceptos. Además, obviamente, de aceptar la premisa base de que los jóvenes están presentes en las movilizaciones recientes de la calle (calle entendida como espacio público).

El primer problema es definir los conceptos; antes de decir nada, o no decir al menos alguna tontería demasiado grande, es necesario definir de qué hablamos, precisar quiénes son los jóvenes y qué significa estar movilizados, hacerse presentes en la calle.

Joven hace referencia a una edad concreta, aunque, en la sociedad actual, joven, a lo mejor referenciaría unas condiciones de vida, progreso personal, cuestiones materiales, a unas responsabilidades, tareas, hacerse cargo de otros, la edad cronológica… después de todo, parece un cálculo poco preciso.

Cuando hablamos de movilización, más allá del origen militar del término, que también, hablamos de presencia en la calle para aportar un determinado discurso, demanda o causa, se ocupa el espacio público para hacer visibles reclamaciones, opiniones, o necesidades. Se sale al espacio público para hablar con voz propia.

Si bien las definiciones son muy mejorables, en tato que más elaborables y precisas, nos permiten construir un discurso, compartir unas hipótesis sobre el porqué de la presencia y el protagonismo de los jóvenes en las movilizaciones.

El segundo problema son las predicciones, o mejor dicho, las no predicciones. Ningún científico social, ningún tertuliano o opinador social ha previsto la presencia en los movimientos de los jóvenes.

Una vez observado el fenómeno, se ha buscado, rápidamente, dar explicación. Probablemente porque son analizados desde el exterior (para quien no es ni miembro, ni conocedor de estos grupos, y por tanto no comparte ni experiencia, ni esperteza, ni pensamiento...) son puras conjeturas, reflexiones externas intelectuales.

Nadie predijo los hechos de respuesta a la sentencia, la generación 14O, o yendo un poco más al pasado, nadie visualizó el 15M, o las reclamaciones en el marco de la Emergencia Climática.

El fenómeno es sorprendente por no previsto y porque no encaja con la definición que se hace de estas generaciones: encasilladas en el no me pidáis/no hagáis nada y el binomio no sabes qué quiere decir vivir en una dictadura/vosotros sí que estáis bien.

A estos grupos, llamados jóvenes, no se los puede encasillar porque los espacios de politización, de creación de pensamiento, de ideas; los movimientos, los partidos políticos o sindicatos son estructuras rígidas, del s.XX, y no son útiles, cómodos, para aquellos que viven, porque no conocen otra realidad, en la modernidad líquida. Que sufren hasta en el mundo laboral.

Porqué determinados jóvenes participan, si bien no mayoritariamente, en entidades culturales, o practican deporte en equipo (aceptando la disciplina, y un cierto compromiso) elementos que muchas veces se echan de menos en el comportamiento de las generaciones de los más jóvenes.

Los jóvenes, aunque son protagonistas de las movilizaciones, sienten muy alejada la política institucional; creen que los partidos los ignoran, y que las instituciones no dan respuesta a sus necesidades. Aun así, en los diferentes periodos de movilización en la calle, los jóvenes se hacen presentes.

Pero, ¿por qué se activan los jóvenes? “Cuando polarizas, existen personas que cambian de opinión” afirma Paul Engler. Personas que no aceptan que se repriman acciones pacíficas y de desobediencia civil. Personas que no aceptan una situación que se va complicando hasta que la gota colma el vaso.

Esta hipótesis serviría para explicar lo que estamos procurando analizar. En una determinada situación coyuntural, donde el contexto (postmoderno – líquido) es muy cambiante – pero no por esto menos determinante – los jóvenes se ven abocados a un no-futuro típico del movimiento punk.

Los jóvenes toman conciencia de que tendrán una vida, materialmente hablando, peor que la de sus padres, y se hunde toda la estructura argumentativa del esfuerzo, del trabajo, de la recompensa del trabajo bien hecho... y los jóvenes reclaman una voz propia, no aceptan ser representados por nadie que no sean ellos mismos y toman la calle con acciones atractivos, que los jóvenes sienten suyas.

Una contradicción si tenemos en cuenta que una de las características de este movimiento juvenil, que lo hace muy diferente a otras protestas como las revoluciones urbanas en los suburbios, es que “no hay desesperación, hay rabia y frustración, pero también esperanza. El mensaje no es “no hay futuro y todo es un desastre”, sino “actívate, venga, vamos”.

La aportación, por tanto, es constructiva. Existe un proyecto, un horizonte, que no es el proyecto de las generaciones que les preceden, y que les hace responsables de su situación.

No podría acabar este intento de análisis, sin destacar la visibilización de las mujeres en las protestas, presentes en ellas no solo cuantitativamente, sino también cualitativamente: con voz, con argumentos, tomando la palabra, siendo portavoces.

En conclusión, si todo cambia tan rápidamente no podemos prever que el futuro. Por tanto, vivo el ahora y el aquí (sin miedo a perder nada porque nada permanece) y esto influye en todas las esferas de la vida. También en la manera de movilizarse, o la religiosidad y la espiritualidad. Los jóvenes están, pero no como habían estado sus padres.

Es un proceso similar al de la Teoría de la secularización que predijo el fin de la religión, erróneamente porque no entendía cómo actuaba la gente... porque se hacía un análisis de los espacios académicos, geográficos culturales, económicos o sociales, muy concretos y precisos que no estaban donde se “cocinaba” la realidad, que no eran los marcos mayoritarios de la población.