Máster

Diálogo interreligioso: diversidad y misericordia

19 de Setembre 2016
Joan Hernández

El amor, la compasión, el servicio, la esperanza... la misericordia. Las religiones se sienten con un gran encargo: la popularización del amor. Un amor expresado desde la observación de la realidad y manifestado en la ternura del dar. Este encargo no lo hacen solas, las religiones, sino que lo hacen de forma compartida. Estos aspectos son fundamentales para entender y comprender muchas de sus acciones y aportaciones.

Las religiones participan en la construcción de la sociedad y comparten los principios de observación de la buena fe, de la mirada creativa delante de la sociedad, y en este punto se encuentran y colaboran.

El diálogo interreligioso trabaja para superar las desigualdades y produce cambios: pasar de cohexistir a convivir, de convivir a colaborar, y de la cooperación a la amistad hay un paso más. Una práctica llevada a cabo desde la generosidad y la convicción.

Técnicamente, definimos el diálogo interreligioso como la armonía de las religiones. Pero es difícil encapsular en una definición única las dimensiones sociales y personales que abarca este diálogo interreligioso.

El diálogo interreligioso también comporta belleza y comprensión entre las personas, necesidades y crecimiento compartido, creación de espacios, cohesión y convivencia. Este diálogo es de naturaleza noble: un objetivo en él mismo y, a la vez, una herramienta de cumplimiento.

Las iniciativas de diálogo interreligioso tienen tipologías muy diferentes. No es un modelo único. Debatir teológicamente sobre el concepto de misericordia, el discurso dialógico-dialogal, compartir la cosmovisión sobre qué es o qué no es misericordia ya es, en sí mismo, un punto de encuentro de diálogo interreligioso. Éste lo podríamos definir como un diálogo interreligioso centrado en el debate teológico.

La misericordia, de otro lado, también podría ser ordenada desde la acción motivada en sí misma. El creyente, el religioso, se conmueve delante del sufrimiento y la injusticia. Ser sensibles al dolor de la ciudad y llamados por la misericordia es sinónimo de ponerse en marcha. Las religiones no pueden ser indiferentes al otro. El otro existe y el amor, la compasión, la asertividad, o la ternura también. En esta expresión de diálogo, de relación, estaríamos delante de otra forma o modelo basados en un objetivo compartido, una línea de trabajo común.

En este sentido, por ejemplo, el GTER, se autodefine como un modelo de diálogo interreligioso basado en un debate teológico sobre qué cree cada uno sino en la pedagogía de la acción donde cuatro manos hacen más que no dos. Construir una armonía interreligiosa a partir de la vivencia diaria, de la experiencia compartida. Ir más allá. Crear complicidades y compromiso activo motivados por el amor, por la misericordia que se expresa en cada uno y cada una.

Uno de los imperativos propios del diálogo es el reconocimiento, desde la identidad, que somos diferentes; y en esta afirmación se puede reafirmar que el diálogo y reenconctrar el valor de la pluralidad.

La diversidad es una realidad y su gestión armónica, un reto para todos y todas. El diálogo interreligioso contribuye allí de forma directa. El diálogo interreligoso lo encontramos en los responsables o líderes religiosos, pero también en los barrios, en las escuelas, en el vecindario, en las familias.

Diferentes iniciativas de grupos interreligiosos, de diferentes administraciones o iniciativas académicas han permitido recorrer un itinerario en esta aproximación a lo que es diferente a mí. Diferente en costumbre, en creencias y en cosmovisiones. Y el primer paso en este camino de acercamiento es crear puentes de conocimiento. Para conocer la religión del otro, hemos de vencer los estereotipos que tenemos. El máster sobre diálogo interreligioso tiene como objetivo crear conocimiento y vencer estos prejuicios, elementos imprescindibles en la gestión y creación de sociedades abiertas, cada vez más plurales.

Para concluir: comprometidos en la construcción del país, hemos de ser conscientes que la convivencia es una tarea que cada uno va forjando, cada día. Vivir con normalidad la diversidad religiosa y la expresión de la misericordia por parte de las religiones puede ser un buen punto de inicio y de encuentro para las personas y para las religiones en general.