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Año Llull

24 d'octubre 2016
Andreu Grau Arau
Año Llull... acerquémonos a la figura de este mallorquín, nacido el año 1232 y muerto en el 1316, educado como caballero, trovador y terciario franciscano en su madurez.

Hombre inquieto, experimentó la conversión a los treinta años de edad, después de tener una visión del Cristo Crucificado. En primera persona, vio lo que, más tarde, sería la finalidad de su vocación: convertir incrédulos al catolicismo para mostrar la Bondad del Dios que es unidad summa. 

Deja familia y Trabajo, viaja, escribe, predica, discute... pero, sobre todo, hace efectivo uno de sus deseos: la creación de una arte general, basada en la razón humana, que ha de permitir dirigir la mente hacia la divinidad y encontrar, así, la verdad que conduce a la salvación. Su misión, que se concreta en el hecho de alcanzar la unión de la humanidad para el reconocimiento global de la doctrina cristiana, no se podrá desarticular de una actitud pedagógica siempre presente, como muy bien se puede ver en la predicación de la unidad de la Iglesia, en la conversión de los no cristianos y en la lucha contra aquellos que creía apartados de la verdad, como los averroístas. 

La obra de Llull es extensísima y tuvo una divulgación considerable. Para muchos especialistas, el Llibre de Contemplació, obra enciclopédica sobre Dios y la creación, es la principal. Sin embargo, no podemos olvidar la Doctrina pueril, donde se encuentran reglas y recomendaciones para la educación de la juventud, ni el Llibre d’Evast e Blanquerna, en el que se observa la instrucción en las grandes disciplinas del saber siguiendo su arte, o el Llibre de meravelles: exposición dinámica de las realidades increadas y creadas, y del cual podemos destacar las páginas que dedica a las bestias, haciendo corresponder la morfología zoológica con la moral. 

En un siglo marcado por la lectura, los comentarios y la asimilación de la obra de Aristóteles, nuestro maestro, un escolástico –digamos- diferente, se colocará, en cambio, en la línea de la tradición agustiniana medieval: la de san Anselmo, los Victorinos y san Buenaventura. La gran preocupación teológica de Llull será la demostración de la existencia de la Trinidad y la verdad de la Encarnación de la persona del Verbo: dogmas cristianos que tanto judíos como musulmanes rechazan. Ambos misterios le permitirán defender una visión trinitaria muy particular del universo a partir de la reflexión de las dignidades divinas. 

“Se me pregunta: ¿por qué Dios quiere que Jesucristo fue hombre pobre y sufrió en este mundo y murió crucificado?- Leemos casi al final del Llibre dels secrets de la Santíssima Trinitat i de l’Encarnació-. Respondo diciendo: “Tal y como la naturaleza divina honoró la naturaleza humana que había asumido con todas sus ventajas mediante la bondad, la magnitud, la eternidad y las otras dignidades, así conviene que la naturaleza humana honre la naturaleza divina con sufrimiento y tribulación. Jesucristo sufrió la muerte en cruz para que todo hombre viera en él santidad y, sufriendo, así, respondiera según su posibilidad humana a las ventajas que había recibido por la naturaleza divina y la unidad de la persona.”

La conmemoración de la muerte del sabio mallorquín ha de ser una buena ocasión para reanimar la analogía existente entre la Trinidad y nuestra alma, tal y como él explicitó en su Llibre d’ànima, y convertirla en guía del actual diálogo interreligioso. En este asunto, como lo fue en la misión luliana, la voluntad de actuación solo será auténtica si es engendro de la memoria y del entendimiento.